sábado, 1 de noviembre de 2014

Pájaros bicolor.

Mi boca despertó con ganas de café. 
Mi cuerpo despertó sin ganas de levantarse.
Mis ojos despertaron con esperanzas de volverte a ver. 

Los daños hechos la noche pasada seguían persiguiéndome,
esas cenizas seguían callendo sobre mi, a veces
pensaba que seguía explotando. 

Con cada cerrar de ojos te veía 
como te deje. Negro. 
Con cada paso te sentía
como te deje. Blanco. 

Una vez llena de café salí en tu búsqueda.
Recorrí las mismas calles por horas.
Te buscaba en el piso,
en banquetas, en bancas, en cafés.
Te busque en las copas de los árboles.

Pero,

pero los daños me impedían ver claro.
Me impedían entender mi presente, o 
comprender mi pasado. 

Mis ojos lloraban.
Empezaban a perder esperanza. 
Mi cuerpo trataba. 
Fallaba.  

Noche.

Te deje de buscar, 
deje de mirar los negros,
deje de repasar los blancos. 

Café, sólo necesitaba café.
Uno como esos de cuando te conocí,
de esos con sabor a tostadito y
con galleta de gengibre.

Sólo así cuando la noche me invitaba a dormir,
cuando mi corazón ya había saboreado ese café pasado,
cuando mis ojos cesaron,

apareciste. 

Me sonreíste.
Baje la mirada.
Te invite un café, 
me comí tu galleta.

Ese blanco se transformó, 
el negro lo controló.

Seguíamos explotando. 


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