domingo, 30 de noviembre de 2014

Tren acumulado

Ocho horas de viaje.   
Demasiadas hojas en blanco,
demasiadas palabras no dichas,
no expresadas.

Cinco horas dormida.
Demasiadas veces se repitieron en mi cabeza esas últimas sonrisas, 
demasiadas veces pensé que te tenía de vuelta una vez más.

Tres horas mirando por la ventana.
Demasiadas veces vi mi cara reflejada, una cara que no comprendía.
Demasiadas veces te veía reflejado detrás de mi.

Demasiadas veces intente entender que me habías hecho.
Demasiadas veces intente entender como me deje quererte.
Demasiadas veces intente que mi mente dejara de jugar conmigo.

Demasiadas veces. 
Eran sólo ocho horas de viaje.
Pero fueron demasiadas veces las que te pensé. 

Mentiras.

Caminaremos hasta ver las estrellas. 

Salí de un montón de risas
a una noche nublada.
Nublada. 

Caminaríamos hasta ver estrellas.
Ya sonaba algo imposible. 
Aún así camine,
emocionada. 

Caminamos.
Caminamos tanto tiempo.
Tanto tiempo.
Creíamos ver estrellas. 

Era una noche nublada.
NO había estrellas.
Pero las veíamos. 
Tu y yo, 
veíamos estrellas.

A veces me pregunto 
si todo fue inocencia,
por falta de experiencia. 
A veces  me preguntas 
si todo era honesto, 
si todo era perfecto.

Te culpe mil veces.
Te odie mil veces.
Me harte de sentir,
me harte de vivirte. 

Cuando tu veías estrellas
yo veía sueños derrotados.
Cuando tu veías estrellas
yo me veía enclaustrada,
en una jaula,
Como pájaro doméstico.

No soy canario.

Te cuplé mil veces por hacerme sentir.
Te cuplé mil veces por hacerme vivir.

Caminaríamos hasta ver estrellas.
Las vimos.
Todo era perfecto,
pero nada era honesto
Y por eso,
lo siento.

Mil veces lo siento. 













sábado, 1 de noviembre de 2014

Pájaros bicolor.

Mi boca despertó con ganas de café. 
Mi cuerpo despertó sin ganas de levantarse.
Mis ojos despertaron con esperanzas de volverte a ver. 

Los daños hechos la noche pasada seguían persiguiéndome,
esas cenizas seguían callendo sobre mi, a veces
pensaba que seguía explotando. 

Con cada cerrar de ojos te veía 
como te deje. Negro. 
Con cada paso te sentía
como te deje. Blanco. 

Una vez llena de café salí en tu búsqueda.
Recorrí las mismas calles por horas.
Te buscaba en el piso,
en banquetas, en bancas, en cafés.
Te busque en las copas de los árboles.

Pero,

pero los daños me impedían ver claro.
Me impedían entender mi presente, o 
comprender mi pasado. 

Mis ojos lloraban.
Empezaban a perder esperanza. 
Mi cuerpo trataba. 
Fallaba.  

Noche.

Te deje de buscar, 
deje de mirar los negros,
deje de repasar los blancos. 

Café, sólo necesitaba café.
Uno como esos de cuando te conocí,
de esos con sabor a tostadito y
con galleta de gengibre.

Sólo así cuando la noche me invitaba a dormir,
cuando mi corazón ya había saboreado ese café pasado,
cuando mis ojos cesaron,

apareciste. 

Me sonreíste.
Baje la mirada.
Te invite un café, 
me comí tu galleta.

Ese blanco se transformó, 
el negro lo controló.

Seguíamos explotando.