domingo, 22 de marzo de 2015

Tram #2

No tengo nada que darte. No tengo ni una mirada, ni una sonrisa. Te lo llevaste todo en ese tren. Te llevaste mi cariño, mis risas, mis sueños. Ahora ya no tengo nada.  Tomaste las riendas de mi vida, eres ahora mi destino, mi final. Te lo llevaste todo tú. Tú, el que llegó como la lluvia, inesperadamente. Tú, el que se fue inesperadamente, sin avisar. Tú, el que estaba seguro que no podría dejar mi lado. Ya no me siento la misma al tomar un café, ya no me siento igual al deslizarme debajo de mis sabanas. Ya no me siento igual cuando alguien me dice que me quiere.

Te di cada pedazo de mi que era valioso, cada pedazo que me componía, te lo di todo. Te lo di todo pensando que estarías conmigo para siempre. Pero caí en tu trampa, esa trampa tan terrible que son tus ojos. Esos ojos me decían la verdad, me miraban completa, me seducían. Te di todo. Te dije que sí, te ame hasta el último segundo, hasta el último beso. Hasta el último roce de manos. Ahora no puedo dormir sí no estas ahí, no me gusta despertar y no sentir tus labios en los míos. No me gusta caminar en la calle sin mi mano entrelazada entre la tuya. 

Necesite tres días para convencerme de que no ibas a volver. Necesite tantos días porque mi mente jugaba conmigo, porque te veía en todas partes. Porqué escuchaba tu voz llamando mi nombre detrás de mi. Sentí como cada minuto que pasaba mi cuerpo se iba transformando en una máquina que solo servía para transportar, para ayudar. La persona que habitaba en mi iba desintegrándose poco a poco. Después de tres días, ya en el último momento del día,  donde pensé perderme por siempre, me dije que no podrías ser tan importante, que todo era cuestión de bajarte de ese pedestal para salvarme. Todo era cuestión de desenamorarme. Todo era cuestión de dejar de pensar en ti. Todo era cuestión de dejar de sentirte. Todo era cuestión de poder imaginar una vida sin ti.

Sonaba muy fácil, sonaba como algo que no tomaría más de dos días. Pero han pasado más de tres meses y sólo puedo dormir cuando le pido a mi mente que sienta esos besos. Sólo puedo dormir cuando te imagino detrás de mi, con tus brazos  rodeando mi cintura, con tus pies descalzos jugando con mis piernas.  A veces, cuando se que estoy cayendo profundo hacia un mundo obscuro le pido a mi mente que te deje ahí. Esa imagen que tanto me gusta de ti, con los ojos hinchaditos de recién despertado, con el pelo alborotado y como esos labios poco a poco se elevan a crear la sonrisa más linda, para solo después pronunciar, casi en susurros, que me amas. Le pido a mi mente que te deje ahí.

Pero me estoy mintiendo. Se que la única manera de salvarme es hundirte en lo mas profundo y obscuro de mi memoria. Quisiera borrarte, para que así este dolor que siento cada vez que pronuncio tu nombre no existiera. Quisiera borrarte para poder mirar mi muñeca izquierda sin tener que ver esa pulsera que me reglaste. Quisiera que eso no fuera lo único que me queda de ti. Me he dado por vencida, se que estarás en mi corazón por siempre. Que me cambiaste de por vida, que moviste todo dentro de mi. Lo hiciste tuyo, marcaste territorio y no hay posibilidad de que siquiera haya intento de una batalla por conquistarlo. Pusiste muy claro que yo era tuya.

¿Y por qué estoy sola debajo de las sábanas? ¿Por qué pido un café en vez de dos? ¿Por qué tengo desayunos silenciosos? ¿Por qué ahora camino sin tu mano en la mía? ¿Por qué? Te di todo y robaste lo que ni yo sabia que existía. Te di todo. Recibí poco, había partes tuyas que yo necesitaba, que quería, pero ya le pertenecían a alguien más. Pero me decía todas las mañanas al verte amanecer, que me conformaba con el pedazo de ti que me tocaba. Que prefería tener algo, aunque fuera pequeño, minúsculo, que no tenerte en absoluto. Hoy lo sigo pensando. 

Era tuya. Debería haber sido tuya para siempre, pero te fuiste sin decir nada. Me dejaste esperando con café en mano, saboreándome tus besos. Sí hubiera sabido que la noche antes de que te fueras sería la última en la que te tendría cerca entonces hubiera saboreado más tus besos, te hubiera sujetado mejor al dormir, te hubiera suplicado que no te fueras. Te hubiera suplicado horas. Si hubiera sabido que te irías repentinamente hubiera peleado porque supieras que te amaba. Te lo hubiera dicho mucho más seguido. Me hubiera encantado poder retener tu último te amo, pero hasta eso te llevaste contigo.